Ellos mismos definen su música como Pop Progresivo Psicodélico, una etiqueta que no induce a equívoco y que le sienta como un guante de seda a una banda que bebe por igual de Soft Machine que de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, de Gong que Malcolm Scarpa. Los madrileños han conseguido algo a priori impensable: huir de los lugares comunes del indie y ser una de las sensaciones de nuestra escena. Claro que, a su manera, ya tienen hasta su propio himno festivalero: “Soy español, pero tengo un kebab”.