La representación cinematográfica del desierto suele estar detrás de los pasajes instrumentales de Guadalupe Plata pero, en estos tiempos en los que la realidad supera a la ficción, los efectos cromáticos apocalípticos y otros tintes crepusculares dejados en el cielo de Andalucía por el paso del polvo del Sáhara fueron los que inspiraron “Calima”. La canción cobró una nueva vida con la aportación de los sinuosos vientos de Matías Cordero, que también hacen acto de presencia en “Maleficio” y “Y.N.T.M.A” (acrónimo esta última de “Ya no tengo mi ataúd”, título que fue una siniestramente sugerido por el hijo pequeño de un viejo amigo).
“La cigüeña” es una canción de Agapito Marazuela, guitarrista y recopilador de folclore español del siglo pasado, que narra la batalla entre una cigüeña y una culebra. La imagen y el aire misterioso y andaluz de la melodía encajan a la perfección con el universo de Guadalupe Plata, que despliegan aquí su batería más identificativa, una percusión con botella de anís que echa fuego, una guitarra con uno de los ritmos de ventilador creados por Peret y, que Agapito los perdone, una voz con efecto vocoder.
Otro recurso sobre el que merece la pena llamar la atención: Carlos usa un bidón de queroseno en «Zapateado» para rendirle tributo a Robert Belfour, uno de los últimos grandes bluesmen cuyos pasos la banda intentó seguir, sin éxito alguno, los días que pasaron tocando en Clarksdale y Memphis invitados por el Deep Blues Festival.